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El secreto de la heladería griega que enamora a Madrid

  • 10 nov
  • 4 Min. de lectura

MYKA. El secreto de la heladería griega que enamora a Madrid

El helado de yogur griego auténtico, Myka, ya cuenta con tres establecimientos a los que peregrinar en las calles de Madrid. Una propuesta que nacía gracias a Natalia Morales y Javier Ezquerro en México y que se ha viralizado en la península hasta crecer en un tiempo récord hasta las 176 franquicias en 16 países diferentes.  

 

El éxito de su internacionalización deriva de su producto: el yogur griego de MYKA es de la más alta calidad y se elabora artesanalmente en Grecia, país desde donde se exporta todas las semanas. A continuación, se le añade leche pasteurizada y kéfir de marcas top y se transforma en helado a partir de una receta propia. Si aún no lo has probado, te ofrecemos conocer un poco más de este sabroso manjar a través de una conversación con su ideóloga Natalia Morales



¿Cómo llega la idea de convertir el yogur griego en un helado gourmet?  

Nació de algo muy simple: un antojo. De esas ganas de crear algo que no existía. Siempre he tenido una obsesión por los productos auténticos, bien hechos, y cuando probé el verdadero yogur griego artesanal en mis viajes, me fascinó su textura, su pureza, su carácter. Quise transformarlo en una experiencia: convertir ese sabor ancestral en algo contemporáneo, en un helado que no solo fuera delicioso, sino elegante, fresco y con identidad. Así nació MYKA, como una mezcla entre lo artesanal y lo sofisticado, lo saludable y lo placentero.  


¿Qué papel jugó su formación en Le Cordon Bleu y su mentor Pierre Hermé en su desarrollo creativo en este sector?  

Pierre Hermé me marcó profundamente: me enseñó la importancia del equilibrio entre técnica, emoción y belleza. En Le Cordon Bleu aprendí que la pastelería y, en este caso, los helados, pueden ser arte si hay obsesión por el detalle. Todo lo que aplico en MYKA viene de esa escuela: la precisión, la armonía de sabores, el respeto por el ingrediente y la idea de que cada creación debe contar una historia. 

 

¿Cómo definiría MYKA en una frase?  

Es el arte de convertir el Frozen Yogurt en algo extraordinario. 

 

“MYKA” significa “brillar” en griego. ¿Qué simboliza ese brillo?  

Ese brillo representa el alma de lo que hacemos. No es un brillo superficial, es ese resplandor interior que tiene lo genuino; lo que se hace con verdad, con pasión, con intención. MYKA brilla porque nació desde la honestidad y el amor por las cosas bien hechas. Es un recordatorio de que lo simple también puede ser extraordinario. 

 

¿Qué diferencia su helado de yogur griego de otros productos del mercado?  

Todo. No usamos bases industriales ni polvos. Elaboramos nuestro helado con auténtico yogur griego y kéfir de cabra, lo que lo hace más cremoso, digestivo y con un sabor real. No buscamos ser una copia de nadie, sino mantenernos fieles a una receta artesanal y mediterránea. Cada sabor, cada topping, cada detalle tiene una intención detrás. 

 

¿Qué importancia tiene el kéfir de cabra en la fórmula y en la filosofía de MYKA?  

Es parte de nuestra esencia. El kéfir de cabra aporta vida, probióticos y una textura muy particular. Pero más allá de lo técnico, simboliza nuestra filosofía: lo vivo, lo puro, lo que tiene historia. Nos gusta pensar que no solo alimenta, sino que nutre, conecta y hace sentir bien. 

 

¿Cómo surge la idea de crear sus propios toppings artesanales? ¿Cuál es su topping favorito o el más icónico de la marca?  

Desde el principio teníamos claro que, si íbamos a hacer algo artesanal, tenía que serlo de verdad. Y en ese discurso, tampoco tenía sentido usar toppings industriales. Así que creamos nuestra propia línea con crumbles de baklava, salsas de pistacho, compotas, crocantes…, cada uno inspirado en recetas de pastelería. El más icónico es el Baklava Crumble con miel y nuez, porque representa justo eso: el puente entre Grecia y la repostería que siempre ha sido mi mundo. 

 

En solo dos años han abierto tres tiendas en Madrid y firmado 176 franquicias en 16 países. ¿Cómo se gestiona un crecimiento tan rápido?  

Con muchísima disciplina y con un equipo brillante detrás. No ha sido fácil. Crecer tan rápido implica mantener una estructura sólida, cuidar cada detalle y no perder la esencia. Somos una marca muy exigente, tanto en la calidad del producto como en la experiencia. Hemos crecido rápido, sí, pero con propósito. Cada paso ha sido planeado para que MYKA siga siendo MYKA en cualquier parte del mundo. 


¿Qué mercados les resultan más prometedores en esta expansión global?  

Estamos muy ilusionados con Estados Unidos, Medio Oriente y Europa. Cada mercado tiene su propia historia con el yogur y la vida saludable, pero todos buscan autenticidad. En lugares como Miami, París o Kuwait, nuestro proyecto conecta por su estética, su sabor y su espíritu mediterráneo. Lo bonito es ver cómo el concepto funciona igual en culturas tan distintas. 

 

Cada mes lanzan una nueva propuesta o colaboración. ¿Cómo surge esa creatividad constante?  

De la curiosidad. De mirar todo con ojos nuevos. Me inspiro en viajes, en moda, en arquitectura, en la naturaleza. Todo lo que me emociona acaba transformándose en algo que probamos en MYKA. Tenemos un laboratorio creativo donde mezclamos ideas, sabores, colores. Y, sobre todo, nos divertimos. Cuando algo te apasiona, la creatividad no se fuerza, simplemente fluye. 


 

¿Tienen en mente colaboraciones con chefs o marcas para futuras ediciones limitadas?  

Sí, varias. Nos encanta co-crear. Hemos estado trabajando en colaboraciones con marcas afines al mundo del diseño y la gastronomía, desde firmas de moda hasta chefs pasteleros. Lo más bonito es cuando dos universos se encuentran y nace algo único, efímero, pero inolvidable. 

 

¿Qué papel juega la sostenibilidad en MYKA, tanto en los ingredientes como en la operativa? 

Un papel enorme. No lo vemos como una tendencia, sino como una responsabilidad. Trabajamos con productores locales, reducimos envases plásticos y usamos materiales reciclables. Pero también pensamos en sostenibilidad emocional, creando entornos de trabajo humanos, tiendas que transmitan calma y productos que hagan sentir bien. Eso también es cuidar el mundo. 


 ¿Cómo imagina MYKA dentro de cinco años?  

Como una marca global con alma artesanal. Con presencia en las principales ciudades del mundo, pero con el mismo espíritu con el que nació en nuestro pequeño rinconcito de Madrid. Quiero que dentro de cinco años la gente siga diciendo lo mismo que hoy: “MYKA tiene algo distinto”. Porque ese “algo” es lo que nos hace brillar.


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