Sólo los que viven desde dentro el ajetreado invierno madrileño saben apreciar en su medida la breve tregua estival que cada año se instala en la urbe con el masivo éxodo vacacional de sus vecinos. Durante unos días, la ciudad parece relajar su ritmo, incorporando a su habitual oferta de ocio de cultura y entretenimiento, nuevas formas de disfrute que resultarían impracticables durante el vertiginoso curso capitalino.
Uno de los grandes tesoros de relax y paz está dentro de un hotel, perfecto tanto para madrileños que deciden quedarse en casa como para extranjeros que reservan sus visitas para la tranquilidad de estas fechas. Cuerpo y alma se reencuentran en la terraza del Hotel Santo Mauro, un lugar con verdaderas joyas decimonónicas que durante todo el año ofrece solemnidad y pausa entre fuentes y árboles históricos, y que en verano suma a su oferta habitual -con sus celebradas meriendas, aperitivos y desayunos tardíos de los domingos como citas imprescindibles- muchos refrescantes momentos.
Un delicioso y elegante cocktail procedente de la extensa carta de combinados del Santo Mauro o de la imaginación de su mixólogo que merece ser acompañados de bocados -desde los más formales a los más ligeras- como sus ostras al natural o a la brasa, las gildas de bacalao, o sus famosos bikinis de lomo ibérico y queso comté o brioches de setas, comté y yema de huevo.
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