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Especial Mujeres - (5/5) María Boado

  • 7 mar
  • 6 Min. de lectura

El 8 de marzo es una fecha que ya no necesita explicación, pero eso no impide que sigamos descubriendo y dando visibilidad a historias de trabajo, esfuerzo y éxito. Eliminando tópicos, más allá de mensajes grandilocuentes, queremos que conozcas a algunas de las mejores exponentes del liderazgo femenino. Estos perfiles han redefinido y dado visibilidad al éxito en sectores clave tan diversos como la justicia, la moda, la tecnología, el motor o la gastronomía. Grandes mujeres que han visto y ven cómo el mundo avanza bajo sus valores, marcando el ritmo. 


Para celebrar este día, esta semana hemos preparado un ciclo de 5 entrevistas, una por día, con perfiles de gran relevancia es estos campos. Conoceremos sus comienzos y trayectoria; sus aprendizajes y visiones. Pero, sobretodo, homenajearemos su impacto y liderazgo en un mundo que, gracias a ellas, está en constante cambio. 


María Boado 

Fiscal delegada de violencia sobre la mujer  


María Boado   Fiscal delegada de violencia sobre la mujer  

¿Qué le atrajo del derecho? ¿Qué le ha influido a lo largo de su carrera? 

La posibilidad de ser útil, de contribuir de alguna manera a que las cosas se hagan bien, de que se cumpla la ley y de evitar el abuso de poder. La idea de que la justicia debe ser igual para todos y de que para ello existen trabajos y funciones como las del juez o fiscal, o el de cualquiera de los funcionarios que trabajan en justicia, quienes no somos otra cosa que servidores públicos que debemos trabajar para los ciudadanos, con independencia de un nombre o apellidos, tratando de compensar con nuestro buen hacer cualquier tipo de desigualdad que se genere en la defensa de sus derechos. Hacer que efectivamente la justicia sea ciega y no distinga caras ni nombres. 


En 2001 aprobaba las oposiciones de juez y de fiscal. ¿Cómo logró prepararse y qué le motivó a optar por ambas oposiciones? Comenzó siendo juez y tras un tiempo decidió cambiar a la fiscalía. ¿Qué desafíos encontró en estos dos campos? 

Cuando yo oposité las cosas eran distintas a como son ahora. Ahora es una única oposición y según la nota obtenida se va eligiendo ingresar en una u otra carrera. Entonces, en el 2001, eran exámenes diferentes ante tribunales diferentes, pero con la misma materia, los mismos temas. Así que me presenté a las dos y las aprobé. No fui la única. No es ninguna proeza. Creo que fuimos treinta y seis los que aprobamos ambas aquel año. Luego, como cada uno de mis compañeros, hice la escuela fiscal en Madrid y la escuela judicial en Barcelona y las prácticas correspondientes a cada una de ellas. Eso me permitió decidir, con más criterio, a cuál de las dos me iba a dedicar y elegí ser fiscal. Pero tenía que tomar posesión como juez y pedir la excedencia en dicha carrera. Son trabajos diferentes, ambos muy vocacionales. Sin embargo, el de fiscal iba más con mi personalidad. Los fiscales trabajamos en equipo y en íntima relación con los cuerpos y fuerzas de seguridad, policía científica y los institutos de medicina forense y estamos también en relación con los letrados de la acusación y la defensa y, sobre todo, por supuesto, con las víctimas de delitos. Es un trabajo más dinámico que el del juez. Opté por estas oposiciones por vocación, como todos los que hacemos el gran esfuerzo de estudiar casi cuatrocientos temas para conseguirlo. No somos ninguna élite. La mayor parte de nosotros procedemos de familias normales. Yo soy la primera jurista de mi familia. 


Desde 2004 es fiscal delegada de violencia sobre la mujer, un área compleja y muy importante. ¿Cómo describiría el reto de trabajar en un campo tan delicado y cómo cree que ha evolucionado la lucha contra la violencia de género en los últimos años? 

Efectivamente, pertenezco a la primera lista de fiscales delegados de violencia que hubo en España y que, tras la aprobación de la Ley Orgánica 1/2004, fuimos nombrados por el fiscal general del Estado en junio de 2005. Tuvimos que acostumbrarnos y aprender, como cada vez que tenemos que aplicar una ley nueva, y esta era una ley muy innovadora que tocaba muchas materias y afectaba a muchos ámbitos, no solo al penal, en el que nosotros solemos trabajar. Desde entonces, esta ley se ha completado con otras muchas. Lamentablemente, a veces las leyes cambian más rápido que las conciencias. Y otras veces, las leyes vienen desprovistas de dotación económica y, en estos casos, por muy innovadora que una ley sea, si no hay medios, su eficacia no es la esperada. A pesar de ello, hemos aprendido mucho, sobre todo en lo que se refiere al tratamiento de las víctimas, a evitar la doble victimización, la que puede proceder del propio proceso. 


Si miramos hacia el futuro, ¿qué cambios le gustaría ver en el sistema judicial y en la lucha contra la violencia de género y cómo puede su trabajo puede contribuir en esos cambios? 

Si te digo la verdad, lo que me gustaría es que este problema estuviera mucho menos polarizado. La política lo ha manoseado tanto, cada uno a su manera, que se ha perdido la perspectiva de la realidad. Lamentablemente, a veces creo que solo los que trabajamos en esto vemos esta realidad en sus justos términos. Decir que la violencia de género no existe es, permítemelo, una necedad, y puedo demostrárselo a cualquiera que quiera venir a una guardia de violencia. Pero tampoco podemos convertir cada cosa que ocurre a una mujer en machismo. Hay casos que llegan al juzgado que hay que archivarlos a veces porque lo que se denuncia no es delito, aunque la mujer pueda creer que lo es, porque ella no tiene por qué saberlo. Y otras veces, porque no hay prueba y hay que respetar la presunción de inocencia. Y eso no significa que el juez o el fiscal sean machistas, miembros de un ¿cómo lo llaman?, patriarcado judicial. Simplemente están aplicando la ley, que es nuestra herramienta de trabajo y la garantía del Estado de derecho. Creo que esto hay que explicarlo a la sociedad y desmentir a unos y a otros, a todos aquellos que manipulan y pervierten la realidad del problema haciendo un flaco favor a los que cada día trabajamos para superarlo y, especialmente, a las víctimas. 


A lo largo de su carrera ha publicado numerosos artículos y estudios sobre violencia de género. ¿Cómo han influido a la hora de desarrollar su novela? 

En realidad, los artículos jurídicos suelen ser espesos, dedicados al análisis de la letra de la ley y de la interpretación jurisprudencial. Debemos reconocer que nosotros no utilizamos un lenguaje sencillo. Hay sentencias que requieren de una, dos y tres relecturas y de papel y bolígrafo para ir desgranando su contenido. En mi novela, sin embargo, utilizo un lenguaje sencillo, fácil de entender y de comprender para cualquiera, aunque no tenga ni un solo conocimiento jurídico. Creo, además, que es algo a lo que debemos tender desde nuestra profesión: a aproximarnos al ciudadano para que nos comprenda. La justicia, además de justa, debe ser cercana. Más que mis artículos, lo que he utilizado para escribirla ha sido la experiencia derivada de mi relación con las partes, con las víctimas, los acusados, los abogados…, y he tratado de dibujar a los protagonistas conforme a lo que yo percibo respecto de las personas reales con vidas reales que pasan por un juzgado. 


¿Cuál ha sido la inspiración para escribir Cruce de Damas? 

Cruce de Damas nace de dos personajes atormentados cuyas vidas quedan truncadas. Son personajes que veo cada día, la víctima y el acusado, o Ane y Miguel. Luego hay un tercer personaje, Marta, que estando al margen del conflicto, me sirve para que Ane y Miguel sean vistos, en primer lugar, como los vería cualquier persona, con los prejuicios naturales a cualquier ser humano que juzga a sus semejantes (el juicio social), y después, con la mirada del jurista, que al margen de cualquier prejuicio debe buscar la verdad (la mirada de un fiscal). Al margen de esto, Cruce de Damas no es un caso real que yo haya conocido, pero muy bien pudiera serlo. 


¿Qué consejo ofrece a las nuevas generaciones de escritores que abordan temas de justicia social como la violencia de género? 

No me considero legitimada para aconsejar a nadie como escritora. A este respecto, soy yo la que, como una esponja, quiero recibir consejos y aprender, como lo he hecho de mis editores de Penguin y Roca. Como fiscal quizás sí que pueda aventurarme a hacerlo con la mayor de las humildades. Les diría que escriban con el corazón sobre la realidad de la vida. Porque, y eso sí que puedo asegurarlo desde mi postura y oficio de fiscal, la realidad supera muchas veces a la ficción. 

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